Relato corto, con inmoraleja incluida, basado en un chiste largo contado por un agente comercial o representante de los de entonces; es sabido que los representantes o viajantes eran quienes conocían los mejores chistes.
Y antes que nada que conste que el viajante que nos contó el chiste era español y catalán de Barcelona; como todavía estábamos en una “dictadura”, estos y otros chistes estaban admitidos. Hasta chistes de Franco podíamos contar.
Era un chiste crítico con la parte digamos que “menos cultivada o leída” de la nueva burguesía surgida en la España de la Postguerra, en este caso la ubicada en Cataluña. Esencialmente la nueva clase burguesa, a la que en su día se había dado en llamar los nuevos ricos, fue muy semejante en toda España en sus orígenes. Las diferencias por razones geográficas entre esta nueva burguesía eran mínimas hasta los años 70, época en la que nos contaron el chiste…..chiste que tampoco hacía referencia a los 70 sino a los 50 y los 60, a la primera generación de nuevos ricos.
Como curiosidad, y antes de meterme en harina, en los 50 a los coches grandes o de lujo se los llamaba (sobre todo en Madrid) haigas, en alusión a la poca cultura de sus propietarios, nuevos ricos que no sabían ni conjugar el verbo haber: decían haiga por haya. El pueblo hacía justicia poética al llamar a estos coches haigas; no es casualidad que, en muchos casos, el origen de estas nuevas fortunas estaba en el estraperlo. El pueblo se “vengaba” con este chascarrillo. Y lo mejor de todo es que estos nuevos ricos no estaban en el ajo: ellos eran los primeros en contarte que “tenían un haiga” y que comprarían uno más grande cuando “haiga más”.
Preámbulo para aclarar que estos chistes de nuevos ricos y su contrapartida, los chistes de marqueses arruinados, no eran ninguna novedad como tema o como tópico. Esta aclaración es para la nueva ola que no ha vivido esas épocas.
Y, ya puestos en antecendentes, pues……
…….Érase una vez que en la ciudad de Sabadell había dos prósperas familias, los Moncada y los Reixac, que habían montado sendas industrias textiles en esta ciudad. Los telares eran un negocio próspero gracias al Régimen y sus políticas proteccionistas, que hacían de las industrias en general un oligopolio sin competencia exterior. Y las textiles no eran excepción, más bien al contrario. Desde el final de la Cruzada, en Abril del 39, tanto el jefe de la familia Moncada, como el cabeza de familia de los Reixac, habían dedicado muchas horas y sacrificios, arriesgando patrimonio y capital, en el levantamiento de sus respectivas empresas y la puesta en marcha de sus fábricas. Esfuerzos y talento que a principios de los 60 empezaban a dar claramente sus frutos, tanto en la riqueza de estas familias, como en la prosperidad creciente de sus empleados. Eran empresarios verdaderos, preparados y honrados, para nada el típico estraperlista de oportunidad de la postguerra.
Las esposas de estos dos empresarios, incidentalmente buenos amigos, Dña. Nuria la del Sr.Moncada, y Dña. Monserrat la del Sra. Reixac, menos leidas y más modestas intelectualmente que sus maridos, en los primeros tiempos colaboraron como amas de casa conteniendo los gastos del hogar y realizando las tareas de la casa personalmente. Pero, poco a poco, empezaron a saborear los frutos del triunfo de las empresas de sus maridos y contrataron servicio con lo que se desocuparon de la casa y cogieron gusto por el lujo y las cosas caras. Por contra, los maridos seguían dedicando mucho trabajo y atención a la expansión de sus fábricas; además, descubrieron que saber delegar también ocupa tiempo.
Dña. Nuria y Dña. Monserrat seguían siendo amigas, al igual que el Sr. Moncada y el Sr. Reixac seguían siendo amigos.
Pero, desocupadas y ociosas como eran, su carácter frívolo y superficial les llevó a que entre ellas hubiera una especie de competición por los signos externos.
Esto llegó al punto de que aburrieron a sus maridos, que acabaron siguiendo la moda de buscarse secretarias queridas, o queridas secretarias. Estos dos caballeros, ocupados como estaban, tampoco eran de piedra, y sus motivos eran comprensibles; tanto es así que cuando se enteraron de lo de las queridas, tanto Dña. Nuria como Dña. Monserrat, se lo tomaron muy bien: tener querida también es un signo externo de riqueza.
Y así se dedicaban a marear a sus maridos pidiéndoles sobre todo signos externos para ellas. Las queridas eran para ellos, y aunque bienvenidas, enriquecían a la casa o a la familia de una manera mas genérica.
Las anécdotas hilarantes se sucedían, especialmente después de ir al mercado. Ambas, de sus comienzos modestos, sólo conservaron la costumbre de ir personalmente al mercado; y en el mercado era donde, en el Sabadell de aquellos años, podían lucir más y mejor sus signos externos de riqueza.
Y así iban todo enjoyadas al mercado. Y entre Septiembre y Mayo (ambos inclusive) se ponían, también para ir al mercado, sus abrigos de pieles; esos mismos abrigos que tanto odiaría su progre descendencia en este año de gracia, 2014. Pero aquello era cuando el Régimen, y cuando el Régimen había orden: ni melenudos con sprays ni atracadores a pleno día en el mercado.
La más quejica de las dos, Dña. Nuria, señora de Moncada, era la que más martirizaba a su cónyuge con las frustraciones que conllevaba esa absurda competencia que mantenía contra y con su amiga, Dña. Monserrat, señora de Reixac.
Generalmente estas rabietas eran para cuando el Sr. Moncada llegaba a casa, tras un día muy largo de trabajo; casi invariablemente, ese día había sido día de mercado para Dña. Nuria y Dña. Monserrat: iban siempre al mercado el mismo día, que para eso eran amigas.
A continuación el relato expone una pequeña muestra de estos días de mercado, y de las rabietas de Dña. Nuria, la más quejica y superficial de las dos amigas.
Por ejemplo, en uno de sus días de mercado, ocurrió el mencionado incidente de las pieles; hacía algo más de un año que doña Nuria y doña Monserrat lucían, principalmente en el mercado, sendos abrigos hechos con piel de visón. Pero ese día doña Monserrat acudió con un abrigo nuevo, esta vez de lince. El berrinche de doña Nuria, en casa, y “a beneficio” del pobre marido, señor Moncada, fue de órdago. Ni que decir tiene que doña Nuria obtuvo de este modo su nuevo abrigo de lince. En 2014, melenudos varios y varias, descendientes tanto de los Moncada como de los Reixac, estropean este tipo de prendas con sus sprays.
Las joyas, que las señoras de Moncada y de Reixac también gustaban exhibir en el mercado, también eran motivo de quejas y rabietas ante los pacientes maridos, sobre todo el de doña Nuria, la más vocal de las dos amigas. Diferencias entre diamantes, esmeraldas y otros pedruscos, por no hablar de diseños y kilates, causaban disgustos y conflictos en el hogar. La ayuda psiquiátrica o psicológica no estaba de moda en aquellos años; no daban postín ni prestigio, pese a lo caro de los tratamientos. En este año de gracia, 2014, los melenudos varios/varias, descendencia de estos Moncada, Reixac, y otra burguesía, desprecian este gusto burgués por las joyas, por decadente y explotador del tercer mundo; no así los tratamientos psiquiátricos, muy habituales entre estos melenudos.
Digna de mención es la anécdota de los coches (los haigas): ambas señoras, doña Nuria y doña Monserrat acudían al mercado en sus haigas conducidos por los respectivos chóferes de las empresas textiles de los maridos. Primero usaban coches americanos de la preguerra, luego los nuevos Seat 1400 fabricados en España (Barcelona) con licencia Fiat, luego los modelos 1400 C y 1500 de esta misma marca…..que abandonaron al aparecer los nuevos Dodge Dart, fabricados en España con licencia Chrysler por Barreiros. El tema de los coches lo llevaban más bien los señores Moncada y Reixac, los coches eran más bien cosa de hombres, y mientras fueran grandes y caros a las señoras les iban bien….mientras fueran iguales salvo en el color. Además, estos dos buenos amigos, señores Moncada y Reixac, tenían el acuerdo tácito de cambiar y adquirir los mismos coches al mismo tiempo. Ahorraban así conflictos y problemas con sus temibles cónyuges. Pero un buen día al señor Reixac se le adjudicó una de las escasas licencias de importación de coches gracias a un “importante contacto que tenía en Madrid”. Enterado el señor Moncada, acordaron que el señor Reixac aprovechara la rara oportunidad presentada, y se comprara el anhelado Mercedes Benz, que al señor Moncada también se le concedería otra licencia en unos pocos meses. “Pocos meses” que al final resultaron diez, casi un año…..en los que la señora de Moncada le martirizó todos los días de mercado, y alguno más. Pero cuando por fin pudo lucir doña Nuria su Mercedes Benz en el mercado, al ser un modelo más nuevo, el turno de ponerse amarilla fue de doña Monserrat. Y cuando doña Monserrat se ponía amarilla, al bueno del señor Reixac lo ponía verde. Estos tiempos en los que “disfrutamos” la democracia, año 2014 por ejemplo, melenudos varios/varias, descendientes de aquella nueva burguesía de los Moncada y los Reixac, ahora cargos electos ellos mismos, desde sus coches oficiales nos recomiendan, a nosotros el populacho, el uso de la bicicleta. Y lo más cojonudo es que el populacho les vota. Porque el que roba es Madrid, no ellos, los renegados de esa burguesía de la que proceden. Burguesía de la que reniegan, pero no de sus privilegios, que para eso están la independencia, el coche oficial, y la bicicleta particular para el que se la pueda permitir.
Para remate apoteósico, lo ocurrido poco después del episodio de los coches, que por una vez no fue en el mercado ni después en casa, sino en el Liceo:
Los Moncada y los Reixac tenían sendos palcos en el Liceo de Barcelona, al que acudían un par de veces al año, para aburrirse y quedar bien, ellos, y ellas, doña Nuria y doña Monserrat, para lucir coche, abrigo de piel, joyas, y la querida secretaria del marido, que las queridas estaban tan de moda en aquella burguesía que eran más bien signo externo que pecado de adulterio. Y, la verdad sea dicha, decoraban muy bien el palco familiar. Por el contrario, estaban mal vistas en los funerales de los cabezas de familia que las mantenían. Cosa de curas, a lo mejor.
Aquel día, dedicado al hacerse ver por ambos matrimonios, un común amigo de los Sres. Moncada y Reixac, el famoso poeta e insurrecto portugués Joao Camoens do Amonal (*), les sugirió hacer una broma a sus terribles esposas, concretamente a la irascible doña Nuria.
Y para ello acordaron que la querida de los Reixac no iría ese día al Liceo, y que en su lugar iría una actriz, amiga de Joao Camoens, caracterizada de vieja jorobada. Se sentaría en el palco de los Reixac, con la familia. En cambio los Moncada llevarían, como de costumbre, a su querida oficial.
Ambos palcos estaban situado en lugares opuestos del Liceo, y doña Nuria, echando mano a sus binoculares de ópera para ver mejor, inspeccionó a los Reixac, situados en el palco de enfrente….y descubrió, con sorpresa primero y júbilo después, a la nueva “invitada”, la actriz disfrazada de vieja jorobada, amiga de Joao.
Y alborozada comento al señor Moncada: “Moncada, en verdad, en verdad, te digo: que la querida nuestra está mucho más buena que el adefesio de los Reixac, esto lo tienen que saber en el mercado”.
Muchos años más tarde, por ejemplo ahora mismo, su descendencia políticamente correcta, melenudos varios tipo feministas, hubieran tirado huevos a ambos palcos, por burgueses sexistas y machistas. Incluso hubieran obtenido ayuda de las Femen.
La (in)moraleja de todo esto es que las queridas ya no están de moda. Y no porque la progresía odie el adulterio. Nada tan personal. Cuestión de modas solamente, como todo lo políticamente correcto.
(*) Joao Camoens do Amonal, el célebre poeta e insurgente portugués dado a conocer por parte de sus aforismos en este mismo bloq
A la espera de completar estas greguerías de Joao en una 2ª parte.